La Basílica de San Francisco
Desde 1655 hasta el Siglo XIX
La noche del 25 de agosto de 1655 un terrible incendio en la Basílica de San Francisco destruyó obras de arte y altares que se encontraban dentro de la misma. Después de este desastroso episodio, la iglesia fue restaurada muchas veces sea en la parte exterior como en la interior. La primera intervención fue realizada inmediatamente después del incendio: reconstruyeron el templo según el estilo barroco de la época con la construcción de capillas laterales a lo largo de los corredores de la nave central y de grandísimos altares recubiertos de blanco, rojo y amarillo con ricos elementos decorativos.
En 1783 Leopoldo I de Lorena, suprimió algunas ordenes religiosas ciudadanas como la Orden Franciscana y la iglesia fue utilizada en un primer momento como almacén y después del terremoto de 1798 como refugio para las familias sin casa.
En 1808, la iglesia fue ocupada por las tropas francesas que utilizaron la cripta como fábrica de salitre, que era un elemento esencial para la realización de la pólvora y posteriormente en 1859 fue utilizada por los austríacos.
Para adaptar la iglesia a fines militares fueron realizados trabajos de albañilería y hacia finales del siglo XIX, después de la utilización del edificio por el ejército italiano, se propuso cambiar definitivamente el lugar sacro en un cuartel. Esta posible transformación dió origen a una gran protesta ciudadana a la cual siguió la creación de un comité para custodiar y restaurar la iglesia.
El encargo de Director artístico de los trabajos fue dado al arquitecto senés Giuseppe Partini que entre 1883 y 1893 restauró la iglesia según un falso estilo barroco en línea con el gusto de su época. Fueron eliminadas todas las influencias barrocas, destruidos los altares y liberadas las vidrieras reportando al descubrimiento de particulares de frescos aún hoy presentes a lo largo de la nave central. Gracias a la ayuda de los ciudadanos seneses se pudieron pagar los trabajos de restauración que resultaron ser muy costosos.
Algunas de estas nobles familias están recordadas en los blasones de las vidrieras realizadas por la vidriería de Francesco Saverio Zettler de Munich. El altar mayor también fue completamente dibujado otra vez por Giuseppe Partini y esculpido por Leopoldo Maccari que, junto a los artistas seneses Tito Corsini, Giorgio Bandini, Cesare Maccari y Luciano Zalaffi participaron en la restauración de la iglesia. Con la nueva consacración y nueva apertura al culto en 1894, el Papa León XIII la honró con el título de Basílica y Santuario del Milagro Eucarístico.