La Basilica de San Bernardino a la Observancia

Obras de Devoción hacia los Santos Franciscanos

El sujeto común de las obras custodiadas al interior de la Basílica de la Osservanza es la devoción hacia San Bernardino y los Santos franciscanos.
En la tercera capilla de la derecha se encuentra  un retablo de Pietro de Giovanni de Ambrogio donde centralmente se encuentra la figura del grande Santo senés. Esta obra tiene una particular importancia ya que fue realizada el año 1444, año de su muerte. La imagen es una de las primeras  de San Bernardino en pintura y se puede considerar su verdadero retrato. El pintor lo realizó por su personal conocimiento y memoria del Santo y posteriormente fue el arquetipo para todas sus siguientes representaciones.
La figura demacrada, vestida con un sayo humilde estrecho en los flancos, la cara seca por el ayuno y la boca sin dientes, serán los rasgos distintivos de su iconografía juntos naturalmente al nombre de Jesús dentro del sol rayado.
En la época en la cual el humanismo ponía al hombre en el centro del mundo, Bernardino sustentaba la primacía absoluta de Cristo, la subordinación de todas las cosas a El y en vista de El. Emblemática para este propósito es la inscripción en el libro que lleva en las manos, traída por la letra de San Pablo a los colosenses: 'Dirigís la mente hacia las cosas que están arriba, no hacia las que están en la tierra' (Que sursum sunt sapite, non que super terram). La fama de santidad que se difundió cuando San Bernardino era todavía vivo y la extraordinaria veneración de la cual era objeto, explican la presencia del nimbo (atributo distintivo de los Santos) aún antes la canonización llevada a cabo en el año  1450.
En la misma capilla se encuentra un retablo del siglo XV atribuido a Girolamo de Benvenuto que representa a Santa Isabel de Hungría, que vivió en el siglo XIII y fue protectora de la Orden franciscana. Hija del Rey Andrés de Hungría, se casó muy joven y fue una mujer muy devota. Quedó viuda a la edad de veinte años y con tres hijos, entró a formar parte del  tercer orden franciscano practicando obras de misericordia y dedicando toda su vida a los pobres y enfermos. En la tabla está representada con el hábito de terciaria franciscana y con rosas en el regazo, alusión al milagro del pan: un día estaba por la calle con su delantal lleno de pan para los pobres cuando encontró a su marido que le preguntó que estaba llevando; Isabel abrió el delantal y aparecieron rosas maravillosas.
A los pies de la Santa se encuentra una devota en rodillas con vestidos de peregrina y poco lejos se nota una corona, símbolo de su sangre real.
El fundador de la Orden franciscana, San Francisco de Asís, está representado en la capilla siguiente, la segunda de la derecha y se encuentra entre los personajes que componen el grupo escultóreo en terracota polícroma del Lamento hacia Cristo muerto, obra del siglo XVI atribuída a Giovanni di Paolo Neri.
Dos importantes Santos franciscanos están representados en los maravillosos redondos del siglo XV en terracota vidriada realizados por Andrea de la Robbia, fijados a los lados de la puerta de entrada y ellos son: San Bonaventura de Bagnoregio y San Lodovico de Tolosa. El primero, representado en actitud benediciente y con un libro en la mano, fue General de la Orden franciscana y grandísimo teólogo, autor de la Leyenda Mayor, biografía oficial de la vida del santo. El segundo, Lodovico hijo del rey de Nápoles Carlos de Anjú, cuando era joven fue hecho prisionero por parte del rey de Aragón donde pudo conocer a los Franciscanos; una vez reconquistada su libertad decidió vivir su vida según las reglas de la pobreza franciscana, dedicándose a los desamparados y a los alejados; renunció al trono para ser ordenado cura y despúes de poco tiempo, Obispo de Tolosa como indica el pastoral con el cual está representado.
Los dos redondos son los únicos que restan  del ciclo de Santos que se encontraban  al orígen en las cúpulas de cobertura de la nave siendo destruídos durante el bombardeo del 1944 y desplazados por reproducciones realizadas por los escultores seneses Giulio Corsini y Bruno Buracchini.