Cualquier persona que hubiera entrado en la Catedral antes del 1506 habría podido admirar en el altar mayor la maravillosa Majestad realizada por Duccio de Buoninsegna y actualmente bien conservada en el Museo de la Opera del Duomo. El 9 de junio de 1311, después de una solemne procesión a la cual participó todo el pueblo, la obra fue colocada como retablo en el altar de la Catedral. Los crónistas de la época la comentaron como “la tabla más bonita que nunca se hubiese visto y jamas realizada” en donde todos los seneses vieron expresada su identidad.
La tabla, pintada por los dos lados, llevaba al origen una tarima y un marco actúalmente divididos y colocados en el mismo salón de la Majestad. La obra presenta a la Vírgen en un trono con el Niño, rodeada por una corte celestial de ángeles y Santos. La representación de la figura de María es mucho más grande de todas las otras y resalta en el esfondo de oro gracias a su mantel de un azul muy intenso.
La tabla era muy imponente por sus dimensiones y capturaba la atención del visitante ya desde el ingreso a la Catedral, gracias a la luz que filtrando por las muchas aberturas, hacía resplandecer el oro del fondo de la tabla,de esta manera la mirada se concentraba directamente hacia el centro litúrgico de la iglesia, el altar mayor, donde en la celebración eucarística se perpetua el sacrificio de Cristo.
La Majestad es un retablo de altar en el sentido propio de este término: guía a los fieles para que se unan en el Misterio que se celebra. El lado enfrente de la obra, muestra a la Vírgen y a los Santos evocados en la oración eucarística ya que es durante la liturgía que el Cielo y la Tierra se tocan. Sin embargo la imponente figura de la Reina del Cielo que mira amablemente a su hijo y nos invita a su observación, está marcada por el dolor de la Pasión que tocará a Jesús. El tema dominante de las historias representadas detrás de la obra, son el dono de Cristo en la cruz que abre las puertas del Cielo a la humanidad y sobretodo a la Vírgen María. De esta manera en el retablo de madera, fué pintado con mucha sabiduría el Misterio que la celebración de la Santa Misa repropone cada vez que se celebra.
La Reina con su corte celestial situa al fiel enfrente del destino conquistado por Jesús para toda la humanidad: hacerse hijos de Dios y gozar de la gloria divina para la toda la eternidad.
Alrededor de la Vírgen con el Niño se desarrolla la corte celestial, representada por ángeles y Santos. De estos últimos hay seis pintados en posición erigida que están tres a la derecha y tres a la izquierda y son los Santos que se invocan en la oración eucarística junto con María: San Juan Bautista, el precursor de Cristo; San Juan Evangelista, el discípulo preferido por Jesús; San Pedro, el apostol elejido por Jesús como líder del colegio apostólico; San Pablo, el misionario más grande de todos los tiempos; al final Santa Inés y Santa Catalina de Alexandría, vírgenes mártires cuyas existencias fueron dedicadas a la fe y al amor hacia Cristo. A lado de estos Santos venerados por la Iglesia universal, están representados los cuatro protectores de la Iglesia local: Ansano, Savino, Cresencio y Victor. Estos se encuentran en primer plano arrodillados y se representan como los intermediarios entre el pueblo senés y la Vírgen y son ellos los que interceden para dar beneficio a la ciudad. La relación de los ciudadanos con su protectora se demuestra en la inscripción que se encuentra en el peldaño del trono en donde se suplica paz para Siena y vida para Duccio que, pintándola, le ha dado una gloria inmensa.
La parte enfrente se completaba con la tarima donde se representaban las historias de María y de la juventud de Cristo y en el marco las historias de la Dormitio Virginis.
La parte enfrente de la tabla está totalmente dedicada a la figura de María mientras que la parte detrás representa el misterio pascual de Cristo: la parte central, con catorce paneles, muestra ventiseis maravillosas escenas de la Pasión, muerte y Resurrección de Jesús en las cuales Duccio llegó al máximo de su arte. La tarima representaba Historias de la vida pública del Salvador y en el marco se representaban unas escenas de las apariciones de Cristo a los Apóstoles después de la Resurrección hasta la Pentecóstes.
Estas pinturas completan el sentido profundo de la Majestad: la visión de María en la parte enfrente prepara al espectador para la visión de Cristo detrás de la obra.