Iniciando desde el fondo, la pared presenta una tabla de Pedro Aldi de 1872, que representa a un famoso Santo de Siena, San Bernardino.
A continuación, la primera de las tres escenas, iniciada por el Riccio y terminada por Arcangelo Salimbeni en 1578, representa las Bodas místicas de Santa Catalina, prueba de su profunda unión con Cristo. La Legenda Major refiere que, durante la noche del martes de carnaval, mientras el pueblo festejaba por las calles, Catalina oraba encerrada en su habitación. De repente, se le apareció el Señor y la Virgen con Santo Domingo, San Pablo, San Juan evangelista y el rey David que sonaba la cítara. La Virgen cogió la mano derecha de la Santa y la ofreció a Jesús que la adornó con un bonito anillo, casándola en la fe. En este episodio se centra la religiosidad de Catalina: Cristo es para ella como un marido, unida a Él en una relación de comunión y fidelidad. Él es el bien amado por encima de cualquier otro bien.
Las dos escenas sucesivas subrayan la actividad política de Catalina, imágenes simbólicas de los dos aspectos fundamentales de la vida de la Santa. Ella no fue sólo una gran contemplativa que vivió las experiencias místicas más altas (como la de las Bodas Místicas recién citadas) fue al mismo tiempo una mujer de acción, que empleó sus dotes de inteligencia, de corazón y de voluntad en numerosas actividades sociales, en intervenciones de pacificación entre pueblos y en negociaciones diplomáticas entre el Papado y los gobiernos. La escena, realizada por Pomarancio entre 1582 y 1583, representa el Coloquio de Catalina con el Papa Gregorio XI en Aviñón a la presencia del Colegio cardenalicio, cuando lo convenció para que regresase a la sede pontificia de Roma.
La tercera escena, obra de Alessandro Casolani fechada 1582-1583, representa la Entrega de las llaves de Castel Sant’Angelo a Urbano VI, después de haber restablecido la autoridad papal. La pintura hace referencia al Gran Cisma de Occidente iniciado en el mes de Septiembre de 1378, cuando los Cardenales franceses eligieron el anti-papa Clemente VII. Catalina, partidaria de Urbano VI, lo sostuvo y trabajó para que fuese reconocida su autoridad como legítimo sucesor de San Pedro. Como se lee en el Epistolario de la Santa, el Pontífice, los sacerdotes y en general la Iglesia representaban para Ella Jesucristo en la tierra y, en cuanto tales, les debemos amor y obediencia, a pesar de sus eventuales “miserias” humanas.
Al final de la serie de pinturas de la pared derecha, se encuentra la tela de Alessandro Casolani con el Beato Andrea Gallerani.